Se apellida Quintana, de nombre Antonio. Hombre curtido por el rudo clima de Georgia. Inquieto y polivalente, hecho a sí mismo, capaz de liderar un grupo de pop-rock con el que cosechó grandes éxitos de mercado, de recorrer 100 km en mountainbike sin despeinarse por los terrenos más exigentes; o lo que es peor, capaz de beberse dos botellas de licor café como quien no quiere la cosa; estos son sólo unos pocos de los atributos que lo definen.
Recientemente, este autodidacta decidió iniciarse en el difícil y arriesgado mundo del surfcasting; ¡y de qué manera¡. Si la meca del automovilismo son las 500 Millas de Indianápolis, la meca del ciclismo es el Tour de Francia; la meca del surfcasting es sin duda alguna el Santiuaguiño do Monte. Pues allá fue este innovador (¡ojo¡, caña de cuatro tramos), llegó a la mágica playa de As Furnas, oteó el horizonte, analizó el vuelo del grajo (que ya sabemos como volaba), la dirección del viento, la luna y las corrientes; y con estos parámetros procedió a deleitarnos con esa clase que lo caracteriza en toda actividad que practica.
Le bastaron 20 minutos; una lubina como no se recuerdan en el lugar y dos sargos. Las 3 horas y 40 minutos restantes sobraron, las dedicó a impartir sabios consejos y a intentar que no lo arrastraran las olas; al tiempo que, con una mano se llevaba al gaznate esa lata de cerveza que ya es un apéndice de su cuerpo, y con la otra sujetaba ese pitillo a lo Clark Gable.
Finalmente quedó cuarto clasificado; no fue tercero por una fea maniobra de la directiva, que no le dejó presentar un sargo de 34 cm, aduciendo que la talla legal eran 53 cm. Y por 10 gm no se llevó el premio a la mayor pieza, esto fue debido a su inexperiencia, pues desanzueló la lubina con tal saña que le arrancó medio cuerpo.
Recientemente, este autodidacta decidió iniciarse en el difícil y arriesgado mundo del surfcasting; ¡y de qué manera¡. Si la meca del automovilismo son las 500 Millas de Indianápolis, la meca del ciclismo es el Tour de Francia; la meca del surfcasting es sin duda alguna el Santiuaguiño do Monte. Pues allá fue este innovador (¡ojo¡, caña de cuatro tramos), llegó a la mágica playa de As Furnas, oteó el horizonte, analizó el vuelo del grajo (que ya sabemos como volaba), la dirección del viento, la luna y las corrientes; y con estos parámetros procedió a deleitarnos con esa clase que lo caracteriza en toda actividad que practica.
Le bastaron 20 minutos; una lubina como no se recuerdan en el lugar y dos sargos. Las 3 horas y 40 minutos restantes sobraron, las dedicó a impartir sabios consejos y a intentar que no lo arrastraran las olas; al tiempo que, con una mano se llevaba al gaznate esa lata de cerveza que ya es un apéndice de su cuerpo, y con la otra sujetaba ese pitillo a lo Clark Gable.
Finalmente quedó cuarto clasificado; no fue tercero por una fea maniobra de la directiva, que no le dejó presentar un sargo de 34 cm, aduciendo que la talla legal eran 53 cm. Y por 10 gm no se llevó el premio a la mayor pieza, esto fue debido a su inexperiencia, pues desanzueló la lubina con tal saña que le arrancó medio cuerpo.
Equipo de guardaespaldas de Antonio Quintana (Navy Seal Members)*
*. Son capaces de desnucar a una persona con el dedo índice.
1 comentario:
AL POBRECITO ESE DEL DOMINIQUE, REGALARLE AUNQUE SEA UNA LUBINA DE PLÁSTICO, YA QUE EL HOMBRE NO LAS PESCA NI MUERTAS DE DOCE DÍAS.
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